
Con un conmovedor homenaje al payador de Monte Felipe Luján Arellano, con figuras de la payada rioplatense como José Silvio Curbelo, con invitados de lujo como Adrián Maggi, Roberto Rimoldi Fraga y Néstor Ramello, y con tres generaciones de payadores sobre el escenario, Monte cerró una nueva edición, la número 15, de un Encuentro Internacional de Payadores que empezó al atardecer del domingo en la sala Enrique Uzal y continuó con guitarreada en la casa de su organizador, Santiago Agustini, quien bautizó al encuentro con el nombre de su padre, Ramón Evaristo Agustini.
Con el local Luis Bres, con el pampeano Carlos Gómez y con el ayacuchense Carlos Sferra abrió la tardenoche payadoril del domingo, que tuvo la sólida conducción de Jorge Barberini y Mariangel Gabotto, una pareja con buena química entre sí y con el público que llegó de forma masiva al teatro para una velada con entrada libre y gratuita.
Lázaro, palabra mayor
Lázaro Moreno llegó desde su Herrera natal para cantar y contar. Al santiagueño le aplaudieron con razón la historia del santiagueño y el elefante, su control del silencio y de la escena y su picardía. Habló con cariño de Felipe Luján Arellano y ofreció el filo punzante de su verbo para decirle a los montenses. “Ustedes nunca fueron huérfanos. Solo les hacen falta dirigentes políticos con conciencia. Es una palabra mayor San Miguel del Monte para nosotros. No puede ser que Enrique Uzal esté solamente en boca de cuatro payadores”, disparó. Y habló de su amigo montense Miguel Ricotta, de los vinos abrazadores bajo el paraisal de su patio y de la significación del fruto de la vid. “A un teatro hay que venir con olor a vino, porque el vino es la sangre de la Patria”, dejó escrito.

Sin estridencias ni artificios, pícaro y sabio, con sobrada clase, Lázaro Moreno se reafirmó vigente en el arte repentista en el cruce con Emanuel Gabotto y también en levantar al público con una chacarera en quichua y con toda la gente en la clásica “Añoranzas”, de Julio Argentino Jerez.
En ese contrapunto entre el santiagueño y el payador de Dolores pudo verse el pulso vital del arte payadoril y puede entenderse por qué trasciende los tiempos. Gabotto tiraba y Moreno devolvía. Un ida y vuelta a vuelo de colibrí para el cual se precisa agudeza, ingenio, repentismo y una profunda capacidad interpretativa de la que ambos gozan.
Sobre el escenario, una silla sobre la cual reposaba un poncho, con el estuche abierto de la guitarra significaron que, de alguna forma, el payador de Monte estaba por ahí. “Felipe Luján Arellano era un alternativo de la esperanza. No era solo un cantor de protesta”, aportó sobre el payador que vivió y murió en suelo uruguayo, adonde fuera uno de los brazos artísticos del Frente Amplio.

Jorge Alberto Socodatto arrancó verseando sin guitarra y terminó al borde del escenario diciendo unas rimas en las cuales dijo que volverá cuando sea llamado. Llevaba 40 años sin venir a Monte el artista de casi 80 años que habló su edad, sobre el amor, el desamor, el desengaño, y la vida. “Que las fuerzas no me fallen hasta que se callen los pájaros de mi alma”, deseó para sí. Hizo una mención a la lucha de los jubilados y tuvo detrás dos guitarristas de lujo: Walter Bagnasco y el propio Carlos Gómez.
Adrián Maggi recreó sobre el escenario lo que hace unos meses había hecho en el boliche El Horcón de Jota Güiraldes: el cruce generacional con Augusto Toledo, un niño de 7 años que recita las costumbres de campo con la guitarra del hombre que fuera consagración de Cosquín 2020 y que habló sobre el traspaso generacional en la música. “Tenemos que formar chicas y chicos”, dijo Maggi, uno de los motores del Primer Congreso Bonaerense de la Danza y la Música, a realizarse en Navarro del 16 al 18 de mayo.

El genial contrapunto entre el uruguayo Uberfil Concepción y el sanvicentino David Tokar demostró que se puede ser punzante sin ser vulgar y que puede realzarse lo propio sin atacar al otro, sino con sutilezas y guiños. En esa construcción artística, el uruguayo demostró por qué es una leyenda de la payada de contrapunto y Tokar dejó en evidencia también por qué es posible decir, con solidez y sapiencia, que es parte del presente y del futuro de la payada nacional.
El pampeano Carlos Gómez tocó el Himno Nacional justamente en el Día del Himno, que Lázaro cantó en quichua y los payadores acompañaron quitándose el sombrero. Gómez soltó además los trinos de su canto hermanando una orilla y la otra del ancho río para decir que hay más razones para unir que para separar un sentir común, el del arte del verbo repentino.
La huella de Felipe Luján Arellano
El autor de “Sí, payador”, oriundo de Monte, recibió el recuerdo de quienes lo conocieron, de quienes pasaron largas noches con él en su casa de San Miguel del Monte. Hubo un video en pantalla gigante con sus amigos de Montevideo, semblanzas que dieron cuenta de la valía artística, del compromiso social y también de la dimensión humana del hombre que en Monte tiene una calle con su nombre. “Preferible es congelarse si el sol no sale para todos”, dejó grabado Arellano. A ese payador homenajearon el domingo, con su hija Claudia volviendo a Monte luego de 50 años, sin que nadie del municipio diera la cara para otorgarle un reconocimiento que sí recibió de manos de Santiago Agustini y que ella agradeció, emocionada. “Para mi fue mi papá, un ejemplo, un maestro, un amigo y compañero y hoy tomo conciencia de lo que significó para sus compañeros. Es una gran emoción”.

Si Felipe Luján Arellano tendió un puente entre Monte y Uruguay, el organizador lo convirtió en escenario que cobró tinte internacional con el grandísimo José Silvio Curbello, en dúo con su compañera Marta Suint, quien empezó pidiendo disculpas por no poder cantar de pie debido a unos problemas pasajeros de salud.
A ellos los presentó el periodista Julio Bazán, con dos décimas de su autoría que los payadores agradecieron del mismo modo, como manda la regla. Llegaron, dijo Suint, “en un tiempo donde prima el odio y donde se bastardea la palabra”, marcó la payadora que entrelazó versos con el oriental Curbello: del Papa Francisco a la Franja de Gaza, del compañerismo y el amor que se profesan a la realidad del país, se ganaron el aplauso respetuoso del público.
Membriani, la dimensión de un artista
A ellos les siguió, fuera de agenda, Roberto Rimoldi Fraga, antes de que Nicolás Membriani desplegara sus dotes de payador y también de artista que tiene para decir y sabe cómo y cuándo decirlo. Nicolás empezó improvisando y fue entreabriendo la tranquera de su saber surero. “Yo vengo de un mundo simple donde lo simple tiene valor”, cantó el de Roberto Cano, partido de Rojas, “medio poeta, medio cantor, amigo de los zorzales, con alma de payador”, se autodefinió en su lírica para que el aplauso del público lo abrace cálida y merecidamente.

“Es una noche soñada”, resumió Nico antes de proponer un juego: que desde el público le dijeran una palabra para poder enlazarla en un verso. “Teatro” le sopló un niño de San Vicente; “Tradición”, le gritó una señora que se llegó desde Brandsen. Y Membriani urdió versos como si estuviese deletreando el aire. Antes de irse, cantó su homenaje al Negro Argentino Luna y dedicó ese momento “a los cantores que cortaron la cuarta cuerda en algún boliche de campo”, amanecidos entre versos y guitarras. Lo hizo con el sustancioso aporte del maestro Julián Ibarra en las cuerdas.
“Les prometo seguir aprendiendo todos los días”, dijo antes de que un aplauso impresionante lo hiciera volver para una más con su amigo, el cordobés Néstor Ramello –relator de jineteadas y decidor criollo-, junto con quien ofreció un final de alto vuelo, un verso cada uno, para darle broche a una noche que tuvo el arte de la palabra bien dicha, que tuvo momentos de plena emoción, de recuerdos, de pasado, de presente y, sobre todo, de futuro.

Una noche maravillosa, excelentes los payadores, muy emotivos algunos relatos y otros más picantes, y hermoso homenaje!!! Una organización admirable y. La voz de Roberto RIMOLDI FRAGA, impecable como siempre!!! Gracias Santiago esto tan lindo q haces!!!!👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻